Autor: José Vicente de los Mozos, presidente de ANFAC
Esta Tribuna se publicó en Expansión el 31 de mayo de 2019
Es difícil imaginar ahora mismo un futuro más desafiante para una industria como el que encara la de la automoción para los próximos años. El transporte y la movilidad van a cambiar de significado de una manera profunda, alterando la manera en la que los hemos concebido hasta ahora. Pero me cuesta llamarlo futuro porque para nosotros, los fabricantes, es ya un presente, una realidad.
Las cuatro megatendencias que transformarán a la industria ya parecen estar identificadas: el vehículo eléctrico, la conectividad, la conducción autónoma y la movilidad compartida. La disrupción tecnológica en la forma de movernos está cambiando los hábitos de los ciudadanos, que actualmente entienden la movilidad como un servicio, decidiendo en cada momento cual es la opción más eficiente, más asequible y sencilla. Pero, además, las ciudades también están adquiriendo un papel muy relevante, regulando la movilidad según su diversidad y necesidades, como la mejora de la calidad del aire, la reducción de la congestión y la peatonalización de centros urbanos. Y los constructores ya estamos haciendo grandes inversiones en este sentido, acercando ya al mercado las mejores tecnologías en nuestro compromiso con la descarbonización del parque automovilístico y la reducción de los accidentes en carretera.
España es una potencia industrial en este sentido. No podemos olvidarnos de que representamos el 3% de toda la producción global de coches, el noveno fabricante mundial de vehículos y el segundo en Europa. Somos la principal industria exportadora del país, que representa el 10% del PIB. Las 17 fábricas sitas en diez Comunidades Autónomas generan riqueza a nivel local y nacional, de modo que casi dos millones de personas tienen un empleo directa o indirectamente relacionado con la automoción. Esta implantación ha impulsado una red muy fuerte de industria auxiliar de componentes, líderes mundiales en sus campos, cuya cercanía es muy positiva para las plantas en términos de competitividad.
Proteger esta fuerte implantación es uno de nuestros retos, si no el principal. Mantener y potenciar la competitividad de estas fábricas, para que garanticen su futuro a corto y medio plazo, debe ser nuestro objetivo fundamental y esta meta pasa, sin lugar a dudas, por atraer las inversiones y los modelos que respondan a las nuevas necesidades y demandas del consumidor. Vehículos más eficientes y más equipados tecnológicamente pero también, servicios de movilidad que permitan al usuario una mayor flexibilidad y que se adecúe a sus necesidades de transporte. Estamos haciendo nuestros deberes, con más de 10.000 millones invertidos en los últimos cinco años. Más del 60% de los modelos que salgan al mercado en los próximos meses tendrán versión eléctrica o híbrida, además de los motores de combustión más avanzados y eficientes. Hemos incrementado exponencialmente la oferta, sin duda y podemos esperar grandes avances en los próximos años en términos de eficiencia y conectividad.
Pero la próxima ronda de adjudicaciones de modelos está muy cerca, incluso negociándose ya en algunos casos y es preciso reforzar cuanto antes la competitividad de las plantas en el nuevo entorno. Ya tenemos 16 modelos electrificados asignados a las fábricas que entrarán en producción en los próximos 18 meses, es un buen punto de partida, pero debemos aspirar a mucho más. La conducción autónoma será otro de los pilares de la automoción en el futuro y es relevante convertir a España en un polo de atracción de pruebas y ensayos, de cara a acercar inversiones tecnológicas, a través de la regulación más innovadora y espacios disponibles.
Y por primera vez en mucho tiempo, quizá por primera vez en nuestra historia como industria, no podemos hacer esto solos. Ya no se trata solo de que pongamos a la venta los mejores modelos, los más eficientes y seguros, porque si el entorno no lo justifica, la demanda no llegará. Durante los próximos años, el principal reto será la renovación del parque, sacando de la circulación los vehículos más viejos y contaminantes para sustituirlos por otros de cero y bajas emisiones, que ayuden en el objetivo de mejorar la calidad del aire y la seguridad vial. Al mismo tiempo, tendremos que trabajar codo con codo con tecnológicas, eléctricas y por supuesto, Administración municipal, regional y nacional. Porque hay que acercar esta movilidad a la sociedad, es necesario que la movilidad del futuro sea eficiente, sostenible, accesible y asequible, que incluya las necesidades y demandas de la sociedad, del medio ambiente, de la economía y de la industria.
Para que esta transición se haga de manera ordenada y justa, es necesaria una estrategia que convierta la movilidad del futuro en una apuesta de país, con un marco regulatorio homogéneo pero diverso, que permita a las ciudades ordenar la movilidad en la medida de sus necesidades; se necesitan planes de estímulo a la renovación del parque con vehículos cero y bajas emisiones y ayudas a la compra de vehículos alternativos, así como un desarrollo exponencial de las infraestructuras de recarga. Un mercado fuerte es importante de cara a atraer nuevas inversiones porque se necesita una demanda que justifique la fabricación de los modelos en el país. Si se venden muchos vehículos electrificados, hay muchas más opciones de producirlos. Y las políticas que favorezcan esta demanda son imprescindibles.
Pero además, si hemos asegurado que la red de proveedores es fundamental para la competitividad de nuestra industria, necesitaremos que ellos nos acompañen también en esta transición con las baterías y componentes necesarios para estos nuevos vehículos. Su transición es tan relevante como la nuestra y necesitaremos, ambos, políticas industriales de calado, reformas que potencien la competitividad y transformen la industria sin dejarse a nadie por el camino. De la manera más sostenible, eficiente y exitosa para el conjunto del país.